Bienvenidos a mi relato sobre el FotoCamp 2023, espero que a lo largo de esta historia puedas sentir, conectar y apreciar alguna de las vivencias que tuve en estos tres días de conexión con la naturaleza y con un grupo maravilloso de personas que comparten la pasión por la fotografía.
Esta aventura tuvo comienzo el pasado 15 de setiembre, pero en realidad comenzó a gestarse unos cuantos meses antes. Hace dos meses tuve un quiebre en mi vida, me sentía abrumado por el trabajo y el bombardeo de ideas que tenía para llevar a cabo, pero sin una idea clara de por donde enfocar, entre tantos pensamientos que pasaron por mi cabeza, estaba sintiendo que le perdía el gusto a la fotografía, esa fotografía que le dio sentido a mi vida cuando era un adolescente, que me invitó a cuestionarme, a ver más allá, a reflexionar, a conectar y a sentir, fue mi medio de expresión durante esa etapa tan difícil de la vida. El hecho de trabajar como fotógrafo me fue apagando inconscientemente de mi pasión por la fotografía, con el hecho de sacar fotos por placer personal y querer crecer artísticamente. Dicen que las crisis son el momento perfecto para encontrar oportunidades, y así fue, sentía la fuerte necesidad de volver a conectar con mi arte, pero ir más allá, buscar desafíos que me pongan a prueba, estaba cansado de lo básico y cotidiano, y reflexionando siento la mayoría de las fotografías que he hecho en mi vida, no son arte, simplemente son fotos, la fotografía para mí es ir más allá, es poner nuestro ojo al servicio de las emociones, de mis emociones.
Cuando surge este momento en mi vida, decidí anotarme al FotoCamp, sentí miedo e inseguridad, invite a mis amigos a ir, pero a ninguno le interesaba, ahí entendí que si quería conocer gente que vibrara en mi misma sintonía, debía abrirme a la experiencia de conocer gente nueva, y esto implicaba anotarme solo. Cuando por fin lo hice, sentí una terrible emoción y ambición por descubrir cosas nuevas, investigué sobre lo que nos íbamos a encontrar, pero lo que viví fue cien veces más grande de lo que yo pude llegar a imaginar, comenzamos…
Eran las 6 am del viernes, sonó la alarma y salte de la cama (cosa que nunca pasa, odio madrugar), quería ya irme de paseo. Pepe pasó por mí a las 8:30 am, (como llego tarde me invitó a desayunar a Starbucks jaja) arrancamos camino hacia el departamento de Treinta y Tres, en la ruta contemplamos paisajes maravillosos, lo cual hizo que el trayecto fuera un completo deleite.
Habíamos acordado arrancar temprano, ya que Pepe quería llevarle de regalo unas fotos impresas a unos personajes que retrató con motivo del curso de foto reportaje que ambos estamos haciendo el FotoClub. Desviamos nuestro caminó hacia María Albina, un pueblo al sur de Treinta y Tres.
Este pequeño pueblito fue fundado en 1907 por Estanislao Valdés, quien le puso este nombre en homenaje a una de sus hijas.
Llegamos a visitar al sepulturero del lugar (uno de los personajes que Pepe retrató), pero no lo encontramos, por lo que nos fuimos en busca del encargado de la ambulancia. Allí nos recibió de manera cordial invitándonos a pasar a su hogar. Pepe hizo entrega de la foto impresa y se compartió un lindo momento de charla.
Unos minutos más tarde emprendimos viaje hacia una tumba a lo alto del cerro, en la que Pepe había hecho astrofotografía para su fotoreportaje. Había visto sus fotos nocturnas y necesitaba conocer ese lugar si o sí.
Las aves sobrevolaban esta zona, mientras que con Pepe nos preguntábamos quién podría llegar a estar enterrado ahí, era todo un misterio. Este lugar es completa locura ya que no tiene ningun tipo de sentido, además de que se puede ver a km de distancia. Un deleite para nuestro ojo fotográfico. Acercamos nuestra cámara por sobre el techo derrumbado, pero no vimos más que escombros… Yo pensaba, qué valor hay que tener para hacer astrofotografía en estos lugares, completamente a oscuras y alejados de otras personas.
Allí comenzaba mi registro fotográfico de esta aventura, salieron las primeras tomas maravillosas que ustedes están viendo.
Se nos hacía tarde, el punto de encuentro nos esperaba a las 15:00 pm, estábamos ajustados de hora, por lo que emprendimos viaje despidiendo a María Albina con destino al Ancap de Treinta y Tres.
En el camino nos partimos la boca con unos quesos de albahaca y una bondiola ahumada, acompañado de unas galletas que compramos en un puestito en la ruta. Un deleite total que hizo honor al apartado del FotoCamp que decía “Si buscas lujos, esto no es para vos”.
Llegamos al punto de encuentro donde nos esperaba la combi, éramos los últimos en llegar, cargamos todo y emprendimos viaje hacia “el medio de la nada” como a mi me gusta llamarle y como le conté a todo el mundo que era el lugar del campamento.
Me senté al lado de Mati, el organizador y fuimos charlando de lo que nos esperaría los días siguientes, se empezaban a asomar paisajes de película mientras que la camioneta saltaba por los grandes pozos que estos paisajes silvestres nos regalaron.
Llegamos al campamento, en medio de la nada mismo jaja, allí dejamos nuestras cosas y disfrutamos de una deliciosa merienda cien por ciento casera, ya estaba empezando a disfrutar al maximo de esta experiencia, ¿a quien no le gusta comer rico? jaja.
Luego de merendar nos fuimos a conocer el lugar en búsqueda del atardecer perfecto. Ya fui preparando las patitas para lo que iba a ser luego un recorrido de 33 km a lo largo todo el FotoCamp.
La hora dorada se acercaba, el frío del lugar empezaba a sentirse en la piel, pero nada de esto importaba con la majestuosa vista que tenía en frente, por momentos sentía una libertad tan grande, en ese momento entendí la pequeñez de nuestra existencia, estamos vivos pensando que somos el motor del mundo, pero en realidad somos un átomo dentro de este planeta, la naturaleza es perfecta, y la tenemos al alcance de la mano, hoy siento que descubrí algo nuevo en mi vida, porque siento que en lugares así encuentro una paz incalculable, no hay tiempo para problemas, el no tener señal es un acto maravilloso de la naturaleza que te dice “larga todo y siéntate a hacer nada”, es increíble como pasan las horas y uno puede simplemente observar lo que pasa en estos lugares.
Se aproximaba el atardecer, y allí es donde aprendí mi primera lección, “Para hacer fotografía de paisajes, hay que ser paciente, hay que buscar el encuadre y esperar” me decía Mati, mientras aguardábamos que se pinten las nubes, yo pensaba, acá no va a haber ningún atardecer, acostumbrado a la básica foto de frente al sol a la que estaba acostumbrado a disparar, aprendí que lo que vemos todos es maravilloso, pero más maravilloso es cuando vemos algo que no todos ven, ahí comprendí que la magia del fotógrafo yace en la búsqueda de una imagen distinta, la originalidad es la moneda de pago de los que buscan ser únicos e inigualables.
Mati tenía razón, las nubes se pintaron y me llevé esta postal extraordinaria.
Otra cosa que aprendí es que luego de la hora dorada, viene la hora azul, conceptos que había escuchado, pero que no dominaba completamente, es clave que como fotógrafos estemos plantados esperando estos momentos, ya que suelen darse en periodos de tiempo muy cortitos y si nos ponemos a buscar el encuadre, setear la cámara y disparar, se nos fue el momento. Debo confesar a esta altura que subestimaba la fotografía de paisajes, aprendí a respetarla y comprender la paciencia, que deben tener los fotógrafos, no es simplemente pasar, ver un lindo paisaje y disparar, sino que hay toda una búsqueda previa de la locación perfecta para luego poder capturar. También buscar perspectivas y ángulos distintos basándonos en el lugar donde la luz va a impactar para lograr contrastes y texturas interesantes.
Luego de esta masterclass volvimos al campamento, se acercaba la hora de la cena, ya se podía sentir el olorcito a guiso desafiando nuestro sentido del olfato, era una noche realmente muy fría (al menos para mí que no suelo estar en el medio de la nada jaja), abrigado hasta las patas comenzamos la mini charla teórica sobre astrofotografía.
Hago una pausa para contar que como me levanté a las 6 am tenía miedo de estar muy cansado y no disfrutar la noche, pero fue como si hubiera encontrado energía de abajo de la tierra jaja estaba muy emocionado y con ganas de aprender, no tenía el más mínimo sueño.
Aquí viene otro aprendizaje, enfocar el infinito, algo que también había escuchado mil veces, pero nunca terminaba de entender. También me enseñaron la forma correcta de setear mi cámara para poder hacer un buen foco en el infinito y trabajar cómodamente en astrofotografía. Mati buscó las mejores configuraciones de mi cámara y las dejo prontas para usar, descubrí que mi cámara tenía cosas que yo ni sabía, lo que hizo que mi trabajo fuera mucho más sencillo. Estoy muy agradecido de haber aprendido esto y que todos hayan sido tan cordiales al momento de enseñar, sin ningún tipo de secretismo.
Cuando logré mi primera astrofotografía me sentí hiper contento, esas fotos que por años veía y no entendía de ninguna manera como se hacía, las tenía en mi cámara.
Ahora puedo decir que oficialmente tengo una astrofoto jaja, esta fue mi primer fotografía de este tipo y quiero que sea el comienzo de algo más grande, todos se encargaron de darme la enseñanza de que hay miles de cosas que se pueden lograr y mejorar en este tipo de fotos, algo que me hizo despertar las ganas de aprender y entender los fenómenos que hacen que este tipo de imágenes sean posibles.
Cuando me contaron que para lograr fotos así hay que esperar a ciertos momentos del año, comprendí hasta por qué el FotoCamp fue hecho en esta fecha en particular, donde no había luna y la vía láctea se podía apreciar en su máximo esplendor. No quiero entrar en cosas técnicas porque realmente de astronomía no entiendo nada y en la escuela me dormía en las clases jaja, pero nunca es tarde para aprender, así que si estás leyendo esto y sos como yo, te invito simplemente a disfrutar las fotos.
Luego de las primeras tomas, el grupo se fue a fogonear un rato y algunos emprendieron caminata para hacer sus fotos de manera individual, yo no quería perderme ningún momento, así que nos quedamos con Mariana sacándonos fotos más creativas y divirtiéndonos un poco.
Poco nos importaba en ese momento lo técnico, ya con tener fotos junto a las estrellas de fondo éramos felices jaja, pero como todo en la vida y siendo autoexigente conmigo mismo, ya estoy intentando aprender para lograr las siguientes fotos estando todos enfocados, pero por ahora, es un lindo ejercicio autofelicitarse por haber logrado lo que logré que no es nada fácil.
Un lugar mágico para respirar aire puro y tirarse al piso a mirar las estrellas, debo reconocer que desde los campamentos en el liceo no veía las estrellas, muchísimo tiempo.
Para disparar estas fotos es necesario contar con un buen trípode, ya que no se imaginan el viento que había en este lugar, muchísimo, era casi imposible mantener uno la estabilidad, imagínense un trípode. Mientras ajustabamos el encuadre mi trípode se rompió 🙁 por suerte Mati se la jugó y me prestó el suyo durante todo el fin de semana, sacrificando su tiempo para hacer fotos. Esto también me ayudó a lograr fotos que quizás con mi trípode más humilde no hubiera podido hacer por el movimiento.
Llegaba la hora de cenar, un guisito en el medio del frío y el viento es como encontrar agua en el desierto, me comí dos platos potentes de guisacho para recargar energía y seguir con todo. Para los que no saben, fue todo cocinado ahí mismo, nada de llevar vianditas ni nada, todo casero in situ, una locura total.
Panza llena, corazón contento, pero había que seguir foteando, estábamos ansiosos esperando que la vía láctea baje un poco más para poder lograr encuadres más lindos y hacer fotos más creativas, es por ello que algunos fotógrafos nos posicionamos en un lugar interesante (otros como yo nos paramos al lado de los que saben jeje). También los más aventureros emprendieron camino solo hacia otros lugares para hacer sus fotos.
Allí comenzamos a setear nuestras cámaras y empezamos a disparar logrando imágenes realmente fabulosas, no tengo más que decir que mostrarles las fotos.
Como había gente tan divertida, no se les ocurrió mejor idea que volar el Drone de madrugada para hacer fotos distintas, fue un momento muy random y divertido donde todos la pasamos bien. Me fui a dormir re contento teniendo estas fotos en mi cámara.
El sábado comenzó tempranito, (no tanto porque no había chance de madrugar para ver el amanecer 6:30 am jajaja), a las 8:00 am desayunamos para luego levantar el campamento e irnos. Luego comenzamos el primer trekking hacia Cañada del Brujo.
Las chicas que andaban volando, marcaban el rumbo de la caminata, cuando empecé estas caminatas me sentía un boludo por no tener ropa adecuada para este tipo de actividades jaja, con mis championes running temí muchas veces por mi vida jajaj el camino muchas veces estaba embarrado y resbaladizo. Por suerte me dieron piques de hasta como pisar para evitar la resbalada, también hubo que meter las patitas en el agua para pasar por algunos lugares, tuve que poner a prueba mi capacidad de vivir aventuras.
Al ser un grupo pequeño todos mantuvimos el mismo ritmo, lo que nos permitió ir haciendo pequeñas paradas en lugares para conocer más sobre la historia del lugar, Matías el guía nos fue contando de todo un poco y fue muy enriquecedor escucharlo, también ver lo rápido que caminaba y saltaba por las piedras resbaladizas, algo que me ponía nervioso.
Lamentablemente, tuvimos que dejar por el camino a Eduardo, el más veterano del grupo, que con mucha valentía llegó al medio del recorrido, siempre con alegría y ganas de seguir, también me enseñó mucho compartir con él. Ojalá cuando llegue a viejo tenga su energía y ganas de seguir conociendo y viviendo aventuras.
Seguimos nuestro camino, debo reconocer que se me hizo un poco eterno, y tenía un calor de la gran siete.
Por momentos me sentía uno de esos de National Geographic que están en el medio de la nada, no entendía ni como se formaron estos caminos para llegar ahí.
La caminata valió la pena, llegamos a este lugar maravilloso.
Allí fue donde por fin pude lograr una fotografía con el efecto seda, Pepe me prestó un filtro polarizador y Mati su trípode. Dos elementos fundamentales para poder hacer esta foto. Además, pude darme un bañito en la orilla de este lugar, ya que en su parte más profunda alcanza unos 7 metros de profundidad, como quería volver a mi casa sano y salvo, además de que no sé nadar, con la orilla me alcanzó de sobra jajaja. El agua es otra historia, helada de verdad, por suerte estábamos todos muertos de calor por la caminata y fue el motivo perfecto para darle vida al cuerpo y recargar energías.
Por muchos momentos pensé esto no es para mí, no quiero caminar más, pero ahora en la tranquilidad de mi casa valoro el haberlo hecho y los desafíos que todos afrontamos, en parte es una lección de vida, podemos elegir quedarnos en nuestra zona de confort, o animarnos a vivir aventuras que nos pongan a prueba. En muchos momentos Mati dijo ya van a tener tiempo para dormir y descansar, tenía razón.
En la Cañada del Brujo, conocimos la historia del lugar y aprovechamos para almorzar los refuerzos que nos habíamos llevado desde el campamento.
La vuelta fue mucho más rápida de lo que pensé, las fotos logradas me motivaron un montón e hicieron sentir que todo valió la pena.
Si pensaban que eso fue todo lo que había que caminar (como yo), pues no, luego emprendimos camino hacia la Cascada olivera, unos 7 km, ahí ya las patitas empezaron a pesar, trataba de autoconvencerme de que entrenar piernas en el gym tendría que rendir sus frutos ahi jaja, la verdad debo reconocer que aunque el camino costó un montón llegamos a un lugar mágico.
En este lugar todos estaban disfrutando de sacar fotos y aproveché a volar mi Drone un ratito
Si observan bien la foto, estoy yo abriendo los brazos, sintiendo mi pequeñez en el mundo.
Luego de estar un ratito droneando, me acerque al resto del grupo donde todos estaban haciendo fotos y jugando con el efecto seda, como Mati estaba haciendo fotos, decidí tomarme un ratito para meditar escuchando el sanador ruido del agua, una paz inexplicable, parecía que mi mente volaba y los pensamientos se apagaban, fue como apagar la computadora por un rato.
Antes de irme Tincho me preguntó como iban las fotos, cuando le conté que no pude hacer ninguna sacó su camara para prestarme el tripode y no me dejó irme sin fotos, allí pude tirar alguna foto y quede fascinado con el resultado. Miren la belleza de este lugar y el efecto logrado en la foto.
Finalmente, luego de visitar este paraíso volvimos al campamento donde por fin pude darme un bañito (con el agua helada o hirviendo pal mate, no había punto medio jaja) y sentirme un poco más enérgico.
Cenamos unas pizzas y lo que había quedado de guiso del día anterior, y nos fuimos a hacer fotos nocturnas, da la casualidad que todos nos pusimos a la par, 10 fotógrafos, uno al lado del otro haciendo la misma foto, una postal y un momento mágico.
Para estas fotos yo estaba pronto para disparar con mi Nikon D750 y mi 28 mm 1.8, pero como Mati me iba a prestar su trípode y dejar de sacar fotos, me ofreció su 16-28 2.8, lo que me iba a permitir que a los 16mm obtener un ángulo mucho más amplio y así obtener mucha más información, gracias a eso salió esta joyita.
Por momentos miro esta foto y no puedo creer que la haya hecho yo, me emociona.
Este momento fue muy mágico, pero no me imaginaba que luego se iba a poner mejor, dejando la fotografía a un lado, era hora de la fogoneada. Cero luces, cero cámaras, simplemente muchas personas al lado de un fuego que iluminaba la noche estrellada.
Con la guitarra en la mano, musicas y canciones distintas a lo que suelo escuchar, y mucha, pero mucha grapa, debo reconocer que nunca me imagine que en algún momento iba a tomar esta bebida tan ligeramente jajaja, la había probado y no me gustaba, pero este contexto me hizo cambiar de opinión. También pintó el bajón y asaltamos las pizzas que habían sobrado, un ratito más y nos mofábamos el tuco del domingo.
La noche pasaba y la bebida fue haciendo lo suyo, hace tiempo no me reía tanto, los chistes más random se convertían en los más graciosos del mundo, por momentos cerraba los ojos y pensaba si esto era real. Yo, a mis 22 años, compartiendo con gente que me duplicaba la edad y más, sin sentirme incómodo en ningún momento, todos integrados y aportando lo suyo, y siento que la vida es tan linda cuando sucede esto, personas de todas las edades, de distintos lugares, con vidas muy distintas, también en momentos de la vida muy distintos, pero unidos por una sola cosa, el amor por la fotografía. Durante muchos años dije que esta era una profesión muy solitaria, hoy decido borrar esa palabra de mi diccionario, el hecho de ser un fotógrafo solitario es una decisión propia, porque cuando salí de mi zona de confort me di cuenta de que hay muchas personas que sienten lo mismo que yo, solo hay que abrirse a la experiencia.
La noche iba transcurriendo, una parte de mí me pedía dormir, pero la otra me decía, cuanto tiempo tiene que pasar para vivir esto de nuevo, y eso me obligaba a quedarme un ratito más.
A las 3 am me fui a dormir, cerré los ojos y desaparecí.
Tocaba amanecer para emprender viaje hacia la última aventura del FotoCamp, el Sendero municipal Quebrada de los cuervos,
Este camino estuvo bravo por el cansancio, por lo que no saque fotos con la cámara, me dedique a disfrutar del trekking, y los momentos de fotos los aproveche para descansar y disfrutar del aire (no tenía ni media energía para armar la cámara sinceramente).
El paseo terminaba con una vista maravillosa, no tengo fotos personales, pero las guardo en mi retina, cada uno de estos paisajes son inexplicables, ni con la mejor foto del mundo se siente la energía que allí habita.
Finalizamos con unos tremendos ñoquis con tuco, para luego de una siestita al sol, pegar la vuelta. Volvimos a Montevideo charlando con Mariana y Pepe sobre lo felices que fuimos, riéndonos y haciendo alguna que otra parada para llevarnos cosas ricas de vuelta a casa.
Como conclusión, a veces el trabajo hace que perdamos la pasión por lo que hacemos, es importante darle lugar a las cosas que nos hacen bien y nos nutren el alma, también esta bien trabajar fuerte pero mas aun es disfrutar la vida, no podemos dejar que nuestros trabajos consuman nuestro cuerpo y mente, venimos a la vida a ser felices y vivir experiencias, animate a hacer las cosas que te gustan sin miedo a lo que te puedan decir, si seguis el camino de tu alma nunca te vas a equivocar. Espero que con este relato hayas sentido almenos un poquito de la felicidad que sentí yo.
Gracias por leer,
Facundo.
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